Faroléate

19 de septiembre de 2012

Capítulo 5 (5 de Marzo)

Era la madrugada, sonaban las campanas en el fuerte militar de Zaragoza. la sorpresa fue mínima pues ya se sabía que tocaba madrugar. Los carlistas habían llegado, venían por el norte. Se acercaron al margen izquierdo del río Ebro y empezaron a agruparse. Pero estaba todo controlado el Capitán Antonio había colocado ciertos explosivos en esa zona. Entonces Antonio desenfundó y disparo milimétricamente al saco de pólvora incendiaria. Todo salió por los aires. Los gritos se oían en la plaza del Pilar. Nuestros hombres se moralizaban, mientras los navarros se enfurecían y se preparaban para el asalto. Llegó la hora. Jesús María y Ramón cogieron los sables y los fusiles y fueron con su regimiento al puente de piedra, una de las entradas más desprotegidas a la ciudad. Entonces los morteros zaragozanos empezaron a silbar y a espolvorear arena por el terreno. Empezaban los gritos de nuevo. Iba a ser una carnicería. Los fusileros se pusieron en formación defensiva mientras al otro lado del puente llegaron los primeros enemigos. Empiezan los disparos. Mala suerte tuvo nuestro querido oficial Fco. Javier que fue herido en la pierna, pero éste no se rindió, avanzó arrastrándose por los suelos y mató a algún carlista cuando comenzó el cuerpo a cuerpo. Lo mismo fue con Ramón y su padre, el cual estrenaba su nuevo sable. Los muertos se contaban por cientos, pronto miles. En esos momentos de agonía apareció la caballería da la Gloria Navarra, que bajo el lema trabucos y bozales entró por el puente. Ramón le acertó un balazo a un jinete, el cual cayó hacia atrás. Jesús María sable en mano esperaba al acecho a que se acercara el general Navarro. En ese preciso momento un aldeano con dos jamoneros y una bota de vino surgió de los edificios adyacentes corriendo y gritando: viva la Pilarica, viva Zaragoza. El valiente corrió hasta que empezo a pasar a cuchillo al carlista. Cortaba cabezas a diestro y siniestro. Era un espectaculo digno de admiración, por su honor y valentía. En un momento hizo un conglomerado de cuerpos inertes que ya empezaban a estorbar. Pero lo malo no era eso, lo malo era que el general navarro estaba allí, delante de Jesús María. Pero el veterano lugareño no se lo pensó dos veces, ensarto sin dudarlo al dichoso general canoso y decrépito. El general no pudo ni decir sus últimas palabras. Pero no todo lo bueno es malo. El aldeano de los jamoneros había sido alcanzado por los fusileros Navarros. Fue un tragico momento para todos los presentes. Por lo que luchamos hasta el cansancio eterno, la muerte. Era ya mpor la tarde cuando el ejército Carlista escapó por donde había venido.
 Desenlace:
Nuestros amigos Jesús María y Ramón fueron al entierro en Belchite del oficial Fco. Javier. Aunque fue una noticia penosa conocer su muerte no por el balazo, sino por una enfermedad contagiosa. Pero todos los supervivientes del pueblo conocía que serían días de tranquilidad los que les iban a preceder. Se convirtieron en admirados aldeanos del pueblo. Y, a la muerte de Ramón María, unos años después, yo, Ramón marcho de nuevo al frente, a combatir con nuevos enemigos Dios quiera que este no sea el fin de mis historias, aunque eso, no puede ser garantizado por nadie.

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